So it happened at long last.
Les atacó el síndrome Fukuyama.
Tres años y varios meses llevamos en el clímax de una droga horrenda. La del ganar. Con una sobredosis en el medio. Tras la exitosa radioterapia democrática nos inyectamos una barata composición de tetrahidrato de Bullrich (básicamente cal apagada, inerte) que nos bajó las barreras de inhibición del horror de la conciencia de la enfermedad metastásica. El Kirchnerismo.
Nos sentimos inmortales.
Y entonces, por eso. Los dejamos ganar.
Cuando decidimos que los inmortales estábamos mas allá de los mundanos asuntos que ocupan a los preocupados por si finitud.
Ahora está agotándose el sedativo efecto de la droga maldita. Fuera opioides del sistema. Adentro, sin frenos, el dolor de la realidad. Pero... Por qué al estar drogados decidimos desnudarnos?
Queda a merced de la demencia un organismo recaudador que metería miedo a la Stasi. Un complejo de big data y segmentación que ya hizo temer a jueces y periodistas, es decir jueces en los claustros y jueces ante el público, por igual. Temen al punto de resignar sus voluntades a favor del abismo, intentando comprar una excepción a la Ley de Gravedad.
Podemos culparlos? Difícil. Ya estaban compuestos de gente particularmente horrenda. Habían pasado por el filtro de carencia de humanidad necesario para llegar a sus majestades, después de todo.
Pero el aparato que los atemoriza no es ficto. Convivió bajo nuestro aplauso desgraciado todo este tiempo. Agradecimos su ampliación. Festejamos sus logros. Cuccioli sonreía mostrándonos sus logros por encima de la inflación, y nos contaba "Lo que sabemos de vos".
Y nos hacíamos eco de sus logros. Los reproducíamos. Estamos por asignarlo graciosamente a los verdugos. Por negarnos a reconocer lo indefectible de la realidad numérica. Uno menos dos da negativo, sin importar cuánto se necesite menos dos para mejorar el indicador equis.
Forzamos la marcha para que menos dos no dejara de existir.
Hoy debemos uno.
Y el nuevo recaudador resulta ser sádico.
Olvidamos la elementalidad de
Legislar cuando gobiernan Los Buenos
Para cuando gobiernen Los Malos
Y entonces entregamos herramientas de último recurso a los accionadores de la normalidad.
La concha de tu puta madre, Fukuyama.
Tenías razón y no quisiste explicarla.
La Historia está llegando a su fin, pero no por sí misma, sino a manos de quienes imponen una mera lectura.
El problema surge cuando somos culpables de haber entregado a los censores la potestad de la pluma acusatoria.
Mejor puteemos a Francis y hagámonos los boludos. Como Felipe Solá. Capaz nos acomodemos en un puesto que agrade a los invasores.
Yo, por mi parte, desearé que cada uno de los que se identifique en el "nosotros" de la presente redacción sufra apenas, pero no menos que, la justa consecuencia de sus crédulos actos.
Que la Justicia no radica en un Palacio de mármol, sino en el amargo karma de la temporalidad.
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