viernes, 3 de mayo de 2019

Víspera


Mañana es otra vez 4 de Mayo. Otra vez sería tu cumpleaños, pero este es el segundo en que no estarás con nosotros.

Este año tampoco va a estar esa llamada telefónica, afectuosa y llena de visitas cruzadas que después la vida no nos va a dejar hacer. Con mil preguntas cruzadas por la actualidad de nuestras familias, que por suerte nos quedaban atragantadas porque empezábamos a desvariar, deshaciéndonos en anécdotas triviales sobre lo mejor de la vida. Porque nos contábamos el discreto encanto de haber hecho elecciones de vida que nos ponían en situaciones cómicas, enteramente diferentes a las que nos habíamos propuesto de muy chicos.

E inmensamente superadoras. Eran unos minutos de hablarnos el uno al otro pero especialmente a nosotros mismos, escuchando salir de nuestras bocas ideas de gente grande, justo entre nosotros, que nos conocíamos de muy chicos.

Íbamos a prometernos la cordialidad de repetir ese ritual fuera de las fechas fortuitas de nacimiento. Cuando tuviéramos ganas. Y después iban a pasar 5 meses, veinte días. Y el que sonaría sería mi celular.

“Culiado feliz cumpleaños, cuánto hace que no te llamo?”
“Un año”
“Ya un año?”

Y nos íbamos a cagar de risa de un chiste completamente interno que llevaba ya siete años sin mutar una coma.

Como chicos.

Porque te convertiste en el mejor amigo que una persona jamás podría haber tenido en su vida cuando teníamos apenas dos años. Porque después las vidas de los que nos rodeaban nos fue alejando y acercando por etapas, pero nunca, por lejos que estuviéramos, nos separó. Porque era suficiente volver a hablar con vos, a 1.300 kilómetros de distancia o con una mesa de por medio, para que el tiempo haya dejado de pasar, y lograr estar detenido en una eternidad adolescente que me devolvía la juventud, por otros seis meses.

Estoy escuchando los ecos de tu risa abierta y franca resonar en mi memoria, y vuelvo a pensar lo que pienso desde que los chicos me contaron que nos habías dejado. Que la gente que conocemos de chicos siempre serán los chicos. Que además tenías esa chispa de vida en vos que era como un aura de adolescencia eterna. Y que por eso, a más de un año de tu partida, no he logrado procesar que ya no estés.

Mañana posiblemente te llame.

No se bien por qué voy a volver a hacerlo. Creo que en mí, habita la esperanza de que me respondas con palabras que no son mías. Creo que necesito volver a tener esa visión diametralmente opuesta del mundo a la que me ingresa por los sentidos. Porque la huella que dejaste en el alma de los que te fuimos cercanos es precisamente esa.

Creo que, al final, lograste tu fantasía de alcanzar la inmortalidad de una forma muy especial. Dejaste de transitar este espacio, pero reverberás en el corazón de los que te hemos tenido cerca, traduciéndonos el mundo a un idioma digerible. Estás, para siempre, dentro mío, respondiendo un llamado mucho mas usual, al ayudarme con tu ejemplo a encontrarle otro sentido a lo que dejaste atrás.

Mañana seguramente te llame.

No creo que pueda evitar ponerme triste. Pero a la vez, creo que este tipo de cosas que le escribo al aire me ayudan a cicatrizar lo exterior. Realmente creo que existe la chance de que esto te llegue. Espero sepas disculpar lo cursi. Mentira, espero que te haga reir.
Te quiero un montón. Que pases un feliz cumpleaños mañana.

Y gracias por regalarme desde el momento en que nos conocimos,

Algo distinto

2 comentarios:

  1. Hay una canción de Lou Reed que habla de esto, de llamar sabiendo que no van a contestar.
    Bueno, la de Sumo también, telephones ringing in empty rooms.

    Nada. Supongo que comento para romper, nombrándolas, esas formas de la incomunicación.

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