Mañana es otra vez 4 de Mayo. Otra vez sería tu
cumpleaños, pero este es el segundo en que no estarás con nosotros.
Este año tampoco va a estar esa llamada
telefónica, afectuosa y llena de visitas cruzadas que después la vida no nos va
a dejar hacer. Con mil preguntas cruzadas por la actualidad de nuestras
familias, que por suerte nos quedaban atragantadas porque empezábamos a
desvariar, deshaciéndonos en anécdotas triviales sobre lo mejor de la vida. Porque
nos contábamos el discreto encanto de haber hecho elecciones de vida que nos
ponían en situaciones cómicas, enteramente diferentes a las que nos habíamos
propuesto de muy chicos.
E inmensamente superadoras. Eran unos minutos
de hablarnos el uno al otro pero especialmente a nosotros mismos, escuchando
salir de nuestras bocas ideas de gente grande, justo entre nosotros, que nos
conocíamos de muy chicos.
Íbamos a prometernos la cordialidad de repetir
ese ritual fuera de las fechas fortuitas de nacimiento. Cuando tuviéramos
ganas. Y después iban a pasar 5 meses, veinte días. Y el que sonaría sería mi
celular.
“Culiado feliz cumpleaños, cuánto hace que no
te llamo?”
“Un año”
“Ya un año?”
Y nos íbamos a cagar de risa de un chiste completamente
interno que llevaba ya siete años sin mutar una coma.
Como chicos.
Porque te convertiste en el mejor amigo que una
persona jamás podría haber tenido en su vida cuando teníamos apenas dos años. Porque
después las vidas de los que nos rodeaban nos fue alejando y acercando por
etapas, pero nunca, por lejos que estuviéramos, nos separó. Porque era
suficiente volver a hablar con vos, a 1.300 kilómetros de distancia o con una
mesa de por medio, para que el tiempo haya dejado de pasar, y lograr estar
detenido en una eternidad adolescente que me devolvía la juventud, por otros
seis meses.
Estoy escuchando los ecos de tu risa abierta y
franca resonar en mi memoria, y vuelvo a pensar lo que pienso desde que los
chicos me contaron que nos habías dejado. Que la gente que conocemos de chicos
siempre serán los chicos. Que además tenías esa chispa de vida en vos que era
como un aura de adolescencia eterna. Y que por eso, a más de un año de tu
partida, no he logrado procesar que ya no estés.
Mañana posiblemente te llame.
No se bien por qué voy a volver a hacerlo. Creo
que en mí, habita la esperanza de que me respondas con palabras que no son
mías. Creo que necesito volver a tener esa visión diametralmente opuesta del
mundo a la que me ingresa por los sentidos. Porque la huella que dejaste en el
alma de los que te fuimos cercanos es precisamente esa.
Creo que, al final, lograste tu fantasía de
alcanzar la inmortalidad de una forma muy especial. Dejaste de transitar este
espacio, pero reverberás en el corazón de los que te hemos tenido cerca,
traduciéndonos el mundo a un idioma digerible. Estás, para siempre, dentro mío,
respondiendo un llamado mucho mas usual, al ayudarme con tu ejemplo a
encontrarle otro sentido a lo que dejaste atrás.
Mañana
seguramente te llame.
No creo que
pueda evitar ponerme triste. Pero a la vez, creo que este tipo de cosas que le
escribo al aire me ayudan a cicatrizar lo exterior. Realmente creo que existe
la chance de que esto te llegue. Espero sepas disculpar lo cursi. Mentira,
espero que te haga reir.
Te quiero
un montón. Que pases un feliz cumpleaños mañana.
Y gracias
por regalarme desde el momento en que nos conocimos,
Algo
distinto
Hay una canción de Lou Reed que habla de esto, de llamar sabiendo que no van a contestar.
ResponderEliminarBueno, la de Sumo también, telephones ringing in empty rooms.
Nada. Supongo que comento para romper, nombrándolas, esas formas de la incomunicación.
Hermoso comentario, gracias!
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