La superioridad amoral.
Resulta que nos encontramos a aproximadamente un año de votar menos malo otra vez. Ni el mas convencido de hace tres años tiene resto para sacarle lustre a una chapa que no sea la de desencantado, salvo quizá el que mordió una porcioncita de gasto público. O el que es muy obtuso.
Y sin embargo estamos por entrar de lleno de vuelta en la vorágine polarizante. De acá a doce meses quedan miles de cajones por quemar, pero en principio se adivina que no hay forma de evitar un doble turno electoral (triple, si contamos la PASO). Mucho, demasiado desgaste para alguien medianamente informado.
Lo mas desgastante del caso es que servirá, me temo, como nueva puesta en escena de una novedosa costumbre que ya hicimos tradición. Prepárense para un año de conflicto real pero, aún peor, en el campo sentimentalista, en que seremos pontificados por los portadores de la pretendida superioridad moral que sustenta, desde el discurso, la existencia del conflicto permanente.
Y van a tirarse con de todo.
Creo que va a quedar por fin claro para los que intentamos no formar parte que la dinámica de moda nada tiene que ver con la búsqueda de algún tipo practicable de certeza de convivencia. Con el acuerdo sobre una serie de básicos must y must nots que otorguen previsibilidad a nuestro accionar (y al de quienes nos rodean, abrazan y recaudan, y de quienes pretenden hacerlo).
Antes bien, preveo una competencia por exponer y defender, lejos de toda argumentación sana, una serie de capas de posiciones irreductibles en temas muy diversos, los cuales serán cuidadosamente elegidos no con atención a su utilidad en la mejora de la vida obligadamente común que llevamos los aquí instalados, sino su percibido efecto electoral.
Pero esta práctica usual en el juego democrático (con honrosas y contadísimas excepciones de gente que se ha mantenido en sus principios -y a menudo ha elegido perder por ello-) vendrá acompañada de los condimentos del maniqueísmo y la i-lógica dual, supongo que hasta el paroxismo, dado que habrá suficiente combustible billeteril para incendiar en la hoguera de las pasiones.
Casi que veo venir las grietas, en presentaciones a mas extrema que la anterior, que serán eje. Nosotros seremos buenos, ángeles impolutos en pugna con ellos que serán malos, demonios pútridos, cuando queramos la minarquía inoperante o el elefante sovietista, aborto full o sotanas, falopa libre o gendarmes, vouchers o adoctrinamiento. Nosotros podemos mostrar que ellos fueron malos, posiblemente sin necesitar ni siquiera indicar que somos buenos, o al menos mejores. Alcanza con construírlos tan malos como para que seamos menos malos.
Y, por sobre todo, difundir esa construcción y que se haga carne en los que, desgraciados ellos, no tengan alternativa a escucharnos.
Vamos a machacar la oferta rival recordando todo lo malo que hizo en el pasado el propagador de la misma. O sus parientes, tutores, amigos, mentores, homónimos, qué joder. Capaz incluso con algunas verdades, para condimentar.
Pero, y esto es la clave. Vamos a martirizar al receptor del mensaje. Sacrificar su voluntad en el altar de nuestras intenciones. Denostarlo si duda. A los tibios los vomita el ganador, que lo sepan, teman y recuerden. O es fanático o le lloverán males. Preferimos que sea fanático del otro, dado que en la dimensión agonal es fácil la regla. Esta trinchera es para que los buenos mueran matando a los malos que están en aquellas trincheras. Lo colateral ni lo contamos. O quizá si: otro enemigo en potencia que merece ser destrozado.
La superioridad amoral marca que lo que propalamos puede ser A, no A y B todo a un tiempo. La lógica ha muerto en la inmediatez, la Verdad es tal porque la emanamos nosotros, acá y ahora. Ni siquiera importa lo que emitimos recién. Somos seres modernos del momento y el pasado es a lo que no queremos volver, o no?
Esta endeblez de la realidad sólo puede generar angustia. Y de la angustia puede provenir dolor, violencia y movimiento. Good. Exhudarán ustedes al adherir toda esa violencia contra el no-nosotros. Esos ellos son los culpables de la angustia. A moverse que hay que aplastarlos.
Malaventurados los pobres que intenten encontrar en este ruido una armonía, pues de ellos será el reino del castigo perpetuo. Malditas sus realidades si se permiten ilusionarse con la clemencia. Si hasta parte de los entusiastas serán rotulados como traidores para mantener viva la llama de la nada, qué esperan que les toque a Ustedes?
Apúrense a asumir etiquetas y elevar banderas en sus mástiles. Cortos, los mástiles, dado que las banderas cambiarán a diario y los queremos fatigados pero no tanto.
O, elijamos ser humanos, evadirnos del ruido y limitarnos a observar desde una distancia segura cómo lo que se supone sea un tejido social de individuos interdependientes no es mas que masas en conflicto permanente. Sin sentido, con la única finalidad del conflicto mismo, que permite que nada cambie en absoluto y la voluntad de mejora se evapore y condense en voluntad de empeorar al otro.
Eurasia, Estasia y Oceanía se disputan millones de corderos. Mediante el recurso de pelearse sin pelear.
La única alternativa viable para los corderos parece ser darse cuenta de que en verdad todo eso es una ficción. Hasta risible. Procurar cerrar los vasos comunicantes hacia esa irrealidad y construir algo palpable de la forma tradicional. Uno a uno, entre individuos libres. Cada cual elige con quienes tiene afinidad o qué diferencias disfruta, en tanto sea lejos de la homogeneización impuesta.
Porque lo lindo del tiempito que tenemos acá es encontrar en el otro desigual a nosotros algo que no nos podemos dar a nosotros mismos, y que menos podemos buscar entre los que han sido uniformados.
Algo que sólo se encuentra en humanos que pueden permitirse tener diferencias entre sí.
Algo que se opone a lo que nos obligan a tomar como credo.
Algo que no es lo obligatorio en el cánon dualista.
Algo distinto.
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