En una contienda entre optimates y populares, parece ver a Fortuna empeñarse en que seremos socii observando la carnicería desde la campiña. Plenos de obligaciones y a la expectativa de servidumbre. Aguardando la decisión de Cronos que dará a conocer el nuevo rostro de nuestros opresores. O el antiguo.
Otro movimiento de la guerra civil entre fanáticos del algo, un mero paso de comedia democrático resultó en otro encontronazo que hizo gemir algo mas en sus goznes las puertas del templo de Marte al alejarse entre si. La pretendida asamblea donde debatieran sus razones los tribunos funcionó en los hechos como dos arengas simultáneas hacia la tropa propia. Ahora velan las armas.
Representantes. Representados. Representaciones.
La mera mecánica procedimental de la democracia que supimos conseguir vuelve a resultar insuficiente para evacuar las pasiones. De hecho las inflama.
Los transitorios triunfadores arriesgan ir por mas. Avisoran el Imperio de sus razones trascendentales. Colocan a la institución cuyo jerarca los desconcierta al Norte de la nave errante. David erró el hondazo y huyó por las colinas, hora de buscar mas davides. Ir a por toda oposición. Flexionar el músculo plurimilenial. Con frenesí fanático.
Los abatidos sin bajas renuevan el ímpetu para la revancha. Sienten que haber plantado cara al enemigo inasible es triunfo en la derrota. La lanza hirió a Jerjés, entonces afilan miles de lanzas. Creen saber que tener que bajar al llano, conocer el lodo de las trincheras, saberse desafiado, hiere al enemigo mas que mil escaramuzas. Prepararán mil y una. Con frenesí fanático.
Ambos están en lo cierto. Su camino inevitablemente los lleva al triunfo de su forma de pensar, actuar y sentir. Su forma compartida de hacerlo. Desconocen, todavía, que ambos pueden obtener el triunfo al mismo tiempo, con sólo continuar el camino actual. Ya que su objetivo implícito es desconocido para ellos mismos, aunque lo sienten cocear internamente. Ambos por igual.
El autoritarismo de la uniformidad sobre el individuo demanda el conflicto para surgir. Y, a la larga, ambos extremos expresan en esta cuestión transitoria ese mismo deseo. No es la cuestión práctica el fondo. Es el logro de forzar la uniformidad, ya no de acciones, sino de mentes, el fin último del accionar de las fuerzas antitéticas. Silenciar al que no toma bando activo. Al que no viste el uniforme. Devaluarlo como algo peor que el enemigo, como el remedo cobarde del oponente.
El día después del odiarse entre hinchadas rivales para la función en el Circo Máximo, ya somos caídos los que nos atrevimos a plantear la demencia de los extremos irreductibles. Los que intentamos encontrar a los más lúcidos entre los contendientes y arrimarlos a departir una solución negociada. Sub-óptima para ambos pero tolerable para todos. Sin vencedores ni vencidos. Ni víctimas inocentes.
Miles de Brutos dispuestos a acuchillar a los Césares. Cientos de Crasos dilapidando sus fortunas en busca de Triunfos sin valor. Todos, preludio del Nerón que aún no se avizora, pero puede tranquilamente estar afinando su lira. Para tocar la mas empalagosa sonata sobre el trasfondo de las ruinas crepitantes de la civilidad.
Las fronteras cívicas fueron amuralladas para evitar la invasión de barbaroi, pero qué pasa cuando la horda de destrucción surge de las arcadas del Coliseo al finalizar la función?
Queda una luz de esperanza. Los hubo Cicerones en las posturas encontradas. Prestos a alumbrar con razones la penumbra del conflicto. Fueron los menos. Pero existen.
Queda otra vez en manos del ciudadano de a pie actuar de disco articulador de esa columna social. Atemperar las pasiones. Intentar convertirse en algo que no sea súbdito del señor feudal tras la caída venidera. Ser portadores de libertad y artes. Y no recluirse. Juntarse. Se nos llamará villanos por la forma de agruparnos en tareas colaborativas alrededor de la supervivencia. De formar a partir de la búsqueda del propio interés un espacio de construcción de algo común. Algo existencial. Algo fundamental.
Algo distinto.
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