Una experiencia que dejó de ser común y hoy me tocó repetir, el viaje en colectivo. Y la vieja sensación de una vida que, por fortuna, no me tocó vivir.
Pero ahí está, vívido. El recuerdo de lo que no fue.
No es la primera vez que me pasa ir aferrado a esa mole y tener ese ensueño despierto. En el bamboleo del chasis de chapa la mente vuela a un escape de algo de lo que nunca me fui. Y siento que entre mis pies va un bagaje con todas las cosas que nunca tuve y ansío no perder. Es todo lo que pude sacar de un lugar que nunca existió, y es lo único real de la ilusión, porque no puedo describirlo pero se que es lo único que me queda. En esta modernidad observada todo es vidrio alrededor. No hay barreras entre uno y el afuera. Todo lo compartimos.
Eso no. Ese equipaje es mio.
El exterior es todo guerra en mi fantasía, sin importar si llueve o el sol raja la tierra. El espíritu del sobreviviente maneja los sentidos. Mis ojos buscan en las terrazas de la irónicamente nombrada Buenos Aires rastros de la emboscada por venir. Y mi mente no decide si intentan, esos soldados que no son, evitar que me vaya o que me quede.
Si quieren perpetuar el malestar impidiendo la fuga. O asegurándola.
El convoy de sentimientos ya no repta por la irregular superficie mil veces asfaltada de Scalabrini. En mi mente es Canning. Mogadiscio. Xanadu.
Y siento que un alma que no es la mía se siente a salvo en mi cuerpo aferrado a la mole de metal. Que acelera, chirria, frena, chilla. Avanza. Siempre mas lento que lo esperado. Y mas deprisa que de costumbre.
Estoy yendo de un punto a otro de una ciudad que es un país que es un desierto que está repleto de gente que son fantasmas. A buscar algo real nacido en la virtualidad. Sin querer generar expectativas pero desesperado por encontrar.
En ese intervalo de irrealidad estoy siendo. Y veo que el alma de refugiado que persiste dice mas de mi que lo que quiero enterarme.
Busco un lugar que nunca tuve, y me lo reflejo en las treinta cuadras de un 15 a Plaza Italia. Me busco a mi mismo puteando un medio de transporte espacial, por recordarme una procesión atemporal. Que va por dentro.
Me veo llevado en un desvencijo de vanas esperanzas que atraviesa un desierto escapando de la incertidumbre del conflicto para buscar una luz de esperanza en la certidumbre del horror rutinario.
La puta que te re mil pario, Freud.
Sólo aspiraba a no pensar en nada y tomarme un colectivo.
Yendo por primera vez en mucho tiempo a hacer
Algo distinto.
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