martes, 21 de agosto de 2018

Memorias de una tragedia por venir - III



Y llegó el turno de escuchar los argumentos de los bienintencionados, canturreados al aire mientras pavimentan la gentil pendiente que desciende hasta el Averno.

Por la que inadvertidamente nos deslizamos, a fuerza de seguir los dictados de lo pretendidamente correcto.
Están en danza varios asuntos que nos proponen reflexiones generales. Y capaz va siendo hora de rescatar una cierta figura filosófica que veo que estamos usando demasiado poco.

Volvemos a vernos obligados a prestar atención a la libertad de expresión, y junto a ella, este mes vertiginoso nos pone a la mesa uno de los derechos elementales de la libertad. En un movimiento de pinzas grandioso, nos los representados del pueblo argentino nos encontramos pidiendo a gritos castigos a personas que expresan lo que piensan y restricción a la libertad de culpables presuntos hasta que se demuestre lo contrario.

Pues parece que el siglo XXI en Occidente nos ha encontrado no moderados sino moderadores, y que se nos ha hecho carne la magistratura de Censores.

Resulta que decidimos obviar las luces que encendieron los filósofos liberales, al discurrir intentando encontrar las herramientas básicas que nos proporcionaran una cierta garantía al individuo.

Stuart Mill, Tocqueville, Rawls, Rand, Dworkin, Dahl, Bobbio, Kant, Moro, Aristóteles. Una respuesta diferente en cada uno de ellos a la misma pregunta, una orientación general.
Y lo que me queda a mí de ellos, y que abro a discusión antes de seguir: no entiendo límite a la libertad de expresión que sea defendible, si no pueden intentar defender al mismo tiempo más allá de toda duda razonable la figura del censor, y su nominación. Y al mismo tiempo, no concibo figura real o retórica capaz de dilucidar con justicia imparcial y omnisciente la culpabilidad de una persona en tanto no medie en el proceso una posibilidad de defensa tan amplia como el límite de la realidad permita, partiendo de la base de que la inocencia es presumida y el obrar deshonesto debe ser demostrado.

Me toca intentar recordarles en este parrafito que a esas cuestiones no hay respuesta incorrecta, pero que definitivamente me desagrada si la que me dan está en modo alguno relacionada al concepto de "mayorías".

Vamos a lo concreto y puntual ante todo.

Cúneo me parece un fascista de la más baja laya. Un ignorante de cabo a rabo, cuya intentona de humorada (un dibujo de San Martín decapitando a Macri) hiere la memoria del hombre que con su genio militar le dio la Libertad a tres países de Sudamérica, para luego con su temple cívico alejar sus dotes de estratega de la Patria amada para morir en el exilio, en un destino que prefirió antes de tener que empuñar la espada contra un compatriota. Cualquier compatriota.

Estela de Carlotto me parece una fascista de la más baja laya. Una ignorante de cabo a rabo, cuya intentona de desestimar prueba documental de un caso que está sacudiendo el esquema de latrocinio de las arcas públicas más monumental del que se tenga memoria (aducir que las anotaciones que dieron origen a esa tormenta judicial eran demasiado prolijas para ser de alguien de baja extracción social) hiere la inteligencia de un país que se forjó a fuerza de educar al soberano en la medida de lo posible y que alguna vez estuvo orgulloso de su sistema educativo.

Quienes intentan hacer caer algún tipo de peso estatal sobre estas dos personas me parecen fascistas de la más baja laya. Ignorantes de cabo a rabo, que intentan buscar en el silenciamiento estatal una suerte de reparo a la ofensa percibida por un supuesto colectivo buenista hiere la inteligencia de cada individuo de ese arco social, suficientemente capaz de dictaminar la imbecilidad de ambos grotescos.

Pero ante todo, capaz de hacerlo porque los tuvo frente a sí.

Intentaré acá esbozar mis cuatro razones por las que me parece odioso todo límite a la libertad de expresar opinión, y al mismo tiempo toda posibilidad de arbitrariedad a la hora de emitir dictamen de culpa, y están invitados a complementar, discutir o desechar el que deseen.

En primer lugar, quiero aclarar lo que pienso de mí. Soy un ser humano relativamente formado y culto. Que además me tengo en la más alta estima. Sí, me creo muy capaz de tomar decisiones sopesadas con tranquilidad y hallar soluciones imparciales frente a muchas cuestiones donde puedo valorar situaciones objetivo/materiales o subjetivo/morales.

Y al mismo tiempo me conozco falible.

Por ello, no me daría, ni siquiera a mí mismo, la función de habilitar o no a voluntad un mecanismo que cercene la libertad elemental de otra persona de expresar cualquier tipo de opinión contraria a la mía, toda vez que nada me asegura que la suya no esté más cercana a algún tipo de Verdad que la mía.

En segundo lugar, la libertad de expresión más amplia tiene una función más pragmática que la trascendental búsqueda de la Verdad; nos permite saber qué opina y quién es el Otro con el que convivimos.

Estamos sujetos a cierto pacto de debilitación voluntaria de las propias capacidades en aras del objetivo social de regular la conflictividad. Afortunadamente. Para mí, al menos, que conozco que no soy el más fuerte de todos nosotros. Y para cada uno de Ustedes que conozca al menos a uno que pueda imponérsele, de no existir un set de reglas del juego que lo impide. Nos hacemos iguales ante la ley para permitirnos vivir juntos como individuos diferentes en todo otro aspecto, con fortalezas y debilidades propias de nuestra individualidad.

En ese marco pactual, convivimos evitando una guerra de todos contra todos. Por ahora al menos. Y puede surgir una capacidad asociativa entre individuos libres para fines más elevados que los que alcanzaríamos por medios propios. Ahora bien, cómo sería posible la identificación de un socio viable si no podemos conocerlo? Qué afinidad entre diferentes, qué tipo de sinergia puede surgir entre individuos homogeneizados a la fuerza por imperio de un agente de chatura impuesta? Cómo ponernos en alerta ante quienes desean romper el pacto y oprimir nuestra individualidad si nos esforzamos por silenciar la traición declamatoria de sus oscuras voluntades?

Inmediatamente viene a mi mente la tercera cuestión. Ya intenté comentar en mi humilde entender la dificultad que se presenta para juzgar imparcial y omniscientemente la Verdad, y los peligros que veo de intentarlo y fracasar. Pues bien, si otorgamos esa potestad a alguien... quién y cómo decide a quién? Qué pasa cuando se exceda? Quién puede intentar limitar los males de ese poder desatado, si seguramente lo primero que censure Pandora sea todo desacuerdo con la sostenida apertura de su Caja? En resumida cuenta, no más que el clásico: quis custodiet ipsos custodes?

Y por último, quiero que quien haya llegado a este cuarto punto me acompañe a retomar la validez del velo de la ignorancia, dándole una vueltita más de tuerca. Me remito a dejar que busquen por sí mismos aquellos interesados el desarrollo de este esquema, pero valga como resumen el siguiente.

John Rawls plantea la figura de un velo de ignorancia sobre la propia posición socioeconómica de partida a la hora de plantear el mínimo tolerable como propuesta de Estado, y una red de seguridad social elemental para igualar las oportunidades. La ignorancia de la propia posición de partida, según el, lleva al individuo racional a proponer desde el egoísmo un mínimo de sustentación, en caso de resultar uno ser el desfavorecido en la "lotería genética".

Bien, la propuesta de velo de ignorancia invertido que hago a la hora de juzgar este asunto refiere a considerar, antes que el mínimo deseable, el máximo tolerable de imposición de la autoridad sobre la libertad de expresión. Otra vez imaginándose uno en la posición de partida menos favorable, consideren por un momento la posibilidad de tener una opinión contraria a la impuesta por el Censor. Una opinión fuerte. Vital. Central a nuestros intereses. Relativa a nuestros valores. Basal en nuestro sistema de creencias. Eje de nuestra moral.

Prohibida.

Contradicha.

Castigada.

De la forma que más duro se puede castigar una opinión, que es evitando que se exprese aún antes de salir de nuestro ser. Agotada aún antes de tomar forma, por la internalización del miedo al castigo.

Del terror al tabú. Del pánico a aquello que el poder sabio ha designado que no debe ser visto, nombrado, reído, comentado, discutido.

Y ahí, hecha carne esa idea, planteemos las respuestas a las preguntas originales desde el punto de vista, no del juez imparcial, sino de la posible víctima.

Así es doblemente válida la figura del velo.
Porque tenemos a mano ejemplos palpables.

De miles de víctimas atrapadas tras un velo de ignorancia. Oprimidas por un velo muy físico y real, de tela negra, de la cabeza a los pies.

Ahora queda en Ustedes determinar el grado de arbitrariedad que asignarán a los imanes laicos del buen pensar en la redacción de la shariah políticamente correcta.

Yo elijo declararme hereje a sus profetas de lo correcto.

Y decido vivir aún más cerca de los que sigamos en la búsqueda de reemplazar la igualdad forzada del pensamiento único.

Que no seremos muchos, pero somos por suerte diferentes. Y cada uno tiene para darle a los otros algo rico, algo nuevo, algo honesto, algo propio.

Algo distinto.

viernes, 17 de agosto de 2018

Evacuación

Una experiencia que dejó de ser común y hoy me tocó repetir, el viaje en colectivo. Y la vieja sensación de una vida que, por fortuna, no me tocó vivir.

Pero ahí está, vívido. El recuerdo de lo que no fue.

No es la primera vez que me pasa ir aferrado a esa mole y tener ese ensueño despierto. En el bamboleo del chasis de chapa la mente vuela a un escape de algo de lo que nunca me fui. Y siento que entre mis pies va un bagaje con todas las cosas que nunca tuve y ansío no perder. Es todo lo que pude sacar de un lugar que nunca existió, y es lo único real de la ilusión, porque no puedo describirlo pero se que es lo único que me queda. En esta modernidad observada todo es vidrio alrededor. No hay barreras entre uno y el afuera. Todo lo compartimos.

Eso no. Ese equipaje es mio.

El exterior es todo guerra en mi fantasía, sin importar si llueve o el sol raja la tierra. El espíritu del sobreviviente maneja los sentidos. Mis ojos buscan en las terrazas de la irónicamente nombrada Buenos Aires rastros de la emboscada por venir. Y mi mente no decide si intentan, esos soldados que no son, evitar que me vaya o que me quede.

Si quieren perpetuar el malestar impidiendo la fuga. O asegurándola.

El convoy de sentimientos ya no repta por la irregular superficie mil veces asfaltada de Scalabrini. En mi mente es Canning. Mogadiscio. Xanadu.

Y siento que un alma que no es la mía se siente a salvo en mi cuerpo aferrado a la mole de metal. Que acelera, chirria, frena, chilla. Avanza. Siempre mas lento que lo esperado. Y mas deprisa que de costumbre.

Estoy yendo de un punto a otro de una ciudad que es un país que es un desierto que está repleto de gente que son fantasmas. A buscar algo real nacido en la virtualidad. Sin querer generar expectativas pero desesperado por encontrar.

En ese intervalo de irrealidad estoy siendo. Y veo que el alma de refugiado que persiste dice mas de mi que lo que quiero enterarme.

Busco un lugar que nunca tuve, y me lo reflejo en las treinta cuadras de un 15 a Plaza Italia. Me busco a mi mismo puteando un medio de transporte espacial, por recordarme una procesión atemporal. Que va por dentro.

Me veo llevado en un desvencijo de vanas esperanzas que atraviesa un desierto escapando de la incertidumbre del conflicto para buscar una luz de esperanza en la certidumbre del horror rutinario.

La puta que te re mil pario, Freud.

Sólo aspiraba a no pensar en nada y tomarme un colectivo.

Yendo por primera vez en mucho tiempo a hacer

Algo distinto.

jueves, 9 de agosto de 2018

Memorias de una tragedia por venir - II

En una contienda entre optimates y populares, parece ver a Fortuna empeñarse en que seremos socii observando la carnicería desde la campiña. Plenos de obligaciones y a la expectativa de servidumbre. Aguardando la decisión de Cronos que dará a conocer el nuevo rostro de nuestros opresores. O el antiguo.

Otro movimiento de la guerra civil entre fanáticos del algo, un mero paso de comedia democrático resultó en otro encontronazo que hizo gemir algo mas en sus goznes las puertas del templo de Marte al alejarse entre si. La pretendida asamblea donde debatieran sus razones los tribunos funcionó en los hechos como dos arengas simultáneas hacia la tropa propia. Ahora velan las armas.

Representantes. Representados. Representaciones.

La mera mecánica procedimental de la democracia que supimos conseguir vuelve a resultar insuficiente para evacuar las pasiones. De hecho las inflama.

Los transitorios triunfadores arriesgan ir por mas. Avisoran el Imperio de sus razones trascendentales. Colocan a la institución cuyo jerarca los desconcierta al Norte de la nave errante. David erró el hondazo y huyó por las colinas, hora de buscar mas davides. Ir a por toda oposición. Flexionar el músculo plurimilenial. Con frenesí fanático.

Los abatidos sin bajas renuevan el ímpetu para la revancha. Sienten que haber plantado cara al enemigo inasible es triunfo en la derrota. La lanza hirió a Jerjés, entonces afilan miles de lanzas. Creen saber que tener que bajar al llano, conocer el lodo de las trincheras, saberse desafiado, hiere al enemigo mas que mil escaramuzas. Prepararán mil y una. Con frenesí fanático.

Ambos están en lo cierto. Su camino inevitablemente los lleva al triunfo de su forma de pensar, actuar y sentir. Su forma compartida de hacerlo. Desconocen, todavía, que ambos pueden obtener el triunfo al mismo tiempo, con sólo continuar el camino actual. Ya que su objetivo implícito es desconocido para ellos mismos, aunque lo sienten cocear internamente. Ambos por igual.

El autoritarismo de la uniformidad sobre el individuo demanda el conflicto para surgir. Y, a la larga, ambos extremos expresan en esta cuestión transitoria ese mismo deseo. No es la cuestión práctica el fondo. Es el logro de forzar la uniformidad, ya no de acciones, sino de mentes, el fin último del accionar de las fuerzas antitéticas. Silenciar al que no toma bando activo. Al que no viste el uniforme. Devaluarlo como algo peor que el enemigo, como el remedo cobarde del oponente.

El día después del odiarse entre hinchadas rivales para la función en el Circo Máximo, ya somos caídos los que nos atrevimos a plantear la demencia de los extremos irreductibles. Los que intentamos encontrar a los más lúcidos entre los contendientes y arrimarlos a departir una solución negociada. Sub-óptima para ambos pero tolerable para todos. Sin vencedores ni vencidos. Ni víctimas inocentes.

Miles de Brutos dispuestos a acuchillar a los Césares. Cientos de Crasos dilapidando sus fortunas en busca de Triunfos sin valor. Todos, preludio del Nerón que aún no se avizora, pero puede tranquilamente estar afinando su lira. Para tocar la mas empalagosa sonata sobre el trasfondo de las ruinas crepitantes de la civilidad.

Las fronteras cívicas fueron amuralladas para evitar la invasión de barbaroi, pero qué pasa cuando la horda de destrucción surge de las arcadas del Coliseo al finalizar la función?

Queda una luz de esperanza. Los hubo Cicerones en las posturas encontradas. Prestos a alumbrar con razones la penumbra del conflicto. Fueron los menos. Pero existen.

Queda otra vez en manos del ciudadano de a pie actuar de disco articulador de esa columna social. Atemperar las pasiones. Intentar convertirse en algo que no sea súbdito del señor feudal tras la caída venidera. Ser portadores de libertad y artes. Y no recluirse. Juntarse. Se nos llamará villanos por la forma de agruparnos en tareas colaborativas alrededor de la supervivencia. De formar a partir de la búsqueda del propio interés un espacio de construcción de algo común. Algo existencial. Algo fundamental.

Algo distinto.

martes, 7 de agosto de 2018

Eternally recurrent

He knew the drill pretty well. One short flashback of those twenty something years, the cold steel gun scratching the towel. The head neatly surrounded by that cloth piece, everything in order. Nice and clean, sitting in the bathtub. One last second of doubt, that tiny shaking in the hand, the finding of lacked strength. Eyes firmly shut, a small grinding of teeth pressing each other. The pull of the trigger.

The silence.
And being born all over again.

Since his discovering of the conscious reincarnation, he had been searching for the perfect life experience. Never complete enough, always something went wrong with the craddle lottery. So he started taking the shortcut to reset. As soon as he got offered the first glimpses of suffering and fighting for a living, he would jump from the firm soil of certain disadvantage to the pool of chances.

Yet every single time, it seemed his luck was diminishing, or the world was going to hell altogether. Maybe both.

There had been some good streaks in the past. Fourty years he got as a spoiled millionaire, and when the obvious car crash under influence put an end to those, he came back an even wealthier sole heir of some brutally overpaid footballer, back in the time there were footballers. Around the time they started being slain by headhunters. Along with their families.

But taking a closer look at things, the last maybe ninety births ranged from bad to awful. Nice hospitals giving way to crappy beds giving way to filthy alleys.

And every time he got back and decided to carry on for the first five or seven years to see where things were getting, there was that long period of early numbness. Lack of body control, no free wandering. The sleepiness and the adjoining dreams. And nightmares, loads of them. Terrifying as those were, still they beat the alternative of being awake. And thinking.

Thinking had gotten heavier, nothing resembled that old process of merely associated electric pulses. Perhaps the fact of being a thousand years old was overcooking his Ether with the cold flame of experience. Or, as he started feeling the last dozen of childhoods, there was actually no such thing as thinking; it resembled now a kind of receiving, as if there was an external something putting knowledge in his everlasting mind. And oh boy, some of those new things to know would send shivers through the plethora of spines he had had.

The last two certainties that hit his being had been worse than the usual.

First, he realized that time flew onwards carrying him, whether a material incarnation or a soul waiting for a new carcass. There was no going back to simpler times, and as all around him Ages darkened in turmoil once again, so did he in his many becomings. It doesn't matter what shape the planet under your feet has when time is a long, unidirectional flat line.

And of course there was that freaking sense of karma. Couple of births ago he got as far as getting a quick look around his new reality, clean and safe and warm (oh he missed being warm) until that bomb took away the chance and prospect along with the room and the rest of the hospital. With the place where his unused ears had been until just then still ringing, Truth itself somehow whispered right to his mind that he not only deserved that, but even was the one that caused it, somehow.

And now he felt that was Truth after all.

For never had he guessed how the strings of lives cut short by his own hand could have gotten somewhere to make a better world for himself to go back to. And suddenly it all made sense. His gift was his damnation, fulfilled in the exact moment he realized there was no going back to set things straight, to do something better, something valuable, something that lasted echoing goodness through ages.

Something different.

sábado, 4 de agosto de 2018

Memorias de una tragedia por venir - I

Hoy tiro un texto de no ficción. Hay un tema que me viene dando vueltas en la cabeza hace un buen tiempo y cada vez que lo trato de aclarar se ramifica y dispara cosas nuevas, entonces lo mejor quizá sea empezar por el principio.

Están locos. Pero locos-locos. Dementes. Cuckoo. Se deschavetaron.

No ustedes, los 20 que van a entrar acá a leer ésto. Bah, no sólo ustedes. Me refiero a una inmensa masa de gente que por ruidosa se hace visible. Hoy por el tema aborto, ayer por otra cosa, mañana por una nueva. Están muy mal. Ofendidos, enojados. Sin ningún tipo de empatía. Renunciaron al argumento y eligen la pelea. Sin cuartel ni tregua por los heridos.

Son los fanáticos del ALGO.

Esto intenta ser una suerte de textito introductorio, como decía, a algunas cuantas cosas que vengo sintiendo y pensando. Relacionadas a la libertad, el individuo, el Estado, el espacio público, los espacios privados, las decisiones. Algo de todo esto es aquel hilo de tuits que me compiló gentilmente @Hyspasia acá http://restaurarg.blogspot.com/2018/01/transfobicos.html?m=1

Voy a intentar comenzar por una somera descripción de un problema que surge al intentar plantear cualquiera de esos temas.

ESTÁ MAL. Si, en pleno siglo XXI después de dejar en las llanuras europeas, las estepas rusas, las junglas asiáticas y urbanizaciones de todo tipo y color millones de vidas segadas en nombre de la libertad, hoy está mal plantear una opinión.

Porque alguien se ofende. Porque ataco sus valores. Porque su derecho al confort es absoluto y el mio a opinar debe procurar no molestar su plácida existencia. Aún cuando su placidez implique que su lebensraum avasalle mi persona, parece que debo permitirlo en aras de un pretendido bien común.

Bueno pues no.

Resulta que me valoro un tanto mas que eso. Y valoro a cada individuo de la tierra en forma infinitamente superior a como considero cualquier tipo de "colectivización".

Y por eso me estoy rebelando. Contra la corrección política, a diario. No creo que haya nada que uno no pueda decir. De hecho, el único límite que reconozco a la libertad de expresión es el estar dispuesto a que los demás te consideren un imbécil. Puede pasar. Es su derecho también. Pero elijo seguir siempre pensando que si hay algo tal como "La Verdad", sólo es alcanzable después de sopesar ideas mucho mas vastas que las que caben en una sola mente. Y para poder hacerlo hay que escucharlas.

También puede resultar que no exista tal absoluto. Que lo que necesitemos es alcanzar algún tipo de intermedio negociado con el que podamos convivir.

Cosa de no tener que alzarnos en armas todos contra todos ante cualquier diferencia. Puede que así lo prefieran, pero sería realmente incómodo tener que andar matándonos entre todos para fijar la tasa de promoción de la exploración aeroespacial del Municipio en que vivimos. A mi el anarquismo juvenil se me curó teniendo que trabajar para comer, pero quizá a otros no les funcione. Entonces entra en escena la canalización de la diferencia de opiniones por vías pacíficas.

Y acá tenemos un problema.

Varios.

Resulta que los adelantos tecnológicos al final eran meras herramientas. Un garrote es un pedazo de árbol y para fabricar una ametralladora hace falta mucha ciencia y técnica; pero en cualquiera de los dos casos si en el extremo accionante hay un hijo de puta, en el otro extremo hay alguien en problemas. Con las tecnologías de la información pasa lo mismo.

Hay quienes dicen que los adelantos en los medios de comunicación de masas en la época explican el nazismo. No lo creo así. Pueden haber sido útiles instrumentos para una aceleración de su expansión y una mayor facilidad de su dominio, pero resulta difícil comprender la ideología que subyace ateniéndose al mero instrumento. Sin nacionalismo prusiano en el siglo XIX ni corrientes völkisch nostálgicas de un Imperio que no fue, las cintas de película de Leni Riefenstahl no hubiesen invadido Polonia.

De vuelta al hoy, internet abrió un universo de oportunidades para un mundo de siete mil millones de individuos como no se veía desde la imprenta para una Europa de un puñado de millones. De hecho, la imprenta permitió la difusión rápida de conocimientos que llevó a Occidente a aventajar, siendo que corría desde atrás, a las demás civilizaciones asentadas en el mundo en la época. Y también a las guerras de religión y el Renacimiento y Westphalia y los imperios y las revoluciones liberales y las reacciones nostálgicas y las corrientes völkisch...

Hoy tenemos frente a nosotros la oportunidad de leer, ver, escuchar, a cualquier individuo del mundo que quiera gritar sus verdades. Y de gritar las nuestras, claro.

Ahora bien, eso es fantástico. Creo que estamos en la época histórica justa para haberlo adapado fácil y naturalizado, pero tiene una dimensión impresionante.

Qué pasa entonces? Todo está bien?

No, creo que no. La difusión de ideas es mas sencilla, pero también la creación de ruido. Y en el ruido hace pleno impacto el tema de fondo al que me trae toda esta larguísima introducción.

Estoy visualizando un sentir de época sobre el cual apenas he leído. Nunca sentí nada similar, apenas lo adivino. Me voy a odiar por escribir la palabra clivaje, especialmente porque ésto no es sólo uno de esos. No estamos ante una de las tradicionales enfermedades maniqueas de la argentinidad. Esto no es River-Boca, unitarios-federales, peronistas-antiperonistas. Me temo que es peor.

Lo que mucho me temo es que hay una reconfiguración del ser individual, volviendo a virar desde lo que ES cada uno, hacia aquello a lo que adhiere. Un set de etiquetas que definen a la persona de acuerdo a su pertenencia a tal o cual corriente de pensamiento respecto a un tema, generalmente originada, definida y encasillada desde fuera de la persona. El kit es completo, tómalo o déjalo para pertenecer a nosotros o a ellos.

Es un ambiente muy complicado. Ese subsumir al individuo en colectivos demanda atentar en forma directa contra cualquier tipo de individualidad. Y provee de demasiado poder a algunos que resultan ser la cara visible, militante, estridente, de esos colectivos.

Y esos colectivos chocan. Con suerte en ámbitos de discusión pública. Regulados. Civilizados. A veces en las calles. Los disturbios son buenos, decía Maquiavelo en los Discorsi, porque permiten evaporar la intensidad de las pasiones. Al finalizar, nos sentamos a negociar la convivencia.
Pero, siempre hay un pero. Los disturbios van dejando mella. Las expresiones de los dolidos en la Roma republicana habrán servido para encauzar transitoriamente la violencia y evitar una inestabilidad extendida, pero a la larga los hubo quienes se apoderaron de la representación de esos colectivos afectados. Por supuesto, guerra civil e Imperio sobrevinieron.

Muy bien. Veo que no es privativa de la Argentina esta tendencia. Occidente todo está cayendo en esta colectivización de las pasiones a partir de posturas frente a temas diversos. Discursos radicalizados. Lazos deshechos. No se trata sólo de esta o aquella política, de grado de intervención de la economía o la laicidad del Estado, de aborto o eutanasia o porro libre.

Convertimos en la madre de todas las batallas a cualquiera de éstas; y ya sabemos que la próxima está a la vuelta de la esquina.

Y a veces ni siquiera importa tener razón, o incrementar el propio bienestar a partir de la nueva situación deseada. Parece que les bastase con estar dañando a quien pertenece a un colectivo con el que no estamos de acuerdo en un tema que no es el de marras. Estamos jodidos, de ser así.

Estamos jodidos porque de continuar esta gimnasia de radicalización, reduccionismo y extremismo estamos abonando el territorio para el próximo demente que logre plantar la semilla necesaria para coincidir con una mayoría de esos colectivos. Fea tiranía, la de las mayorías. Imagínense cuando encima están ofendidas.

Queda para otros intentos intentar descular por qué, desde cuándo, si es inevitable. Pero esto es lo que veo. Y por las dudas advierto. Porque frente a el zeitgeist de hacer todo para repetir los errores del pasado a ver cuándo se repiten sus tragedias, preferiría que vayamos pensando la forma de hacer

Algo distinto.